jueves, 13 de enero de 2011

"El rigor del destino": restituir las luchas colectivas.

Un niño de 11 años, recién llegado junto a su madre del exilio, se interna en el Tucumán profundo de mediadios de los 80 a pasar unos días con su abuelo paterno. La vuelta al terruño es, también, para el pibe, la posibilidad de recuperar el derrotero del padre, abogado de la Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar (Fotia) fallecido durante la última dictadura cívico militar.

A través de las actuaciones de Leonor Manso, Alejandro Copley, Víctor Laplace, y un entrañable Carlos Carella en el papel del abuelo, Gerardo Vallejo volvía con "El rigor del destino" a rodar en 1985 luego de su propio exilio, describiendo una urdidumbre de relaciones familiares atravesadas por la tormenta de la historia, y —fundamentalmente— inscribiéndola en el plano de lo colectivo. De esta manera, componía un fresco épico en clave militante, que contrastaba ostensiblemente con la cuerda sensible por la que se movían —por entonces— la mayoría de los relatos que se proponían arrojar una mirada a los años del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.

Cuando el manual de estilo señalaba que el drama nacional debía recluirse al ámbito de lo privado ("La historia oficial"), o traducirse a la pantalla como horror sin mediaciones ("La noche de los lápices"), Gerardo Vallejo apostaba a restituir el carácter eminentemente político del relato en torno al pasado reciente, encarnándolo en hombres y mujeres movilizados por aquellas tradiciones emancipadoras que la represión dictatorial había intentado desactivar, y que la democracia recuperada observaba con recelo, como expresiones de la desmesura de una etapa signada por la violencia y la inestabilidad institucional.

Eduardo Toniolli
Publicado el 20/03/10 en el Suplemento Educativo de La Capital

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